El ser humano nunca ha sido perfecto, padeciendo a través de su existencia distintos dolores o enfermedades que atacan su larga o corta permanencia en los lugares en que ha desarrollado su vida.
Los distintos períodos de la historia nos han ido mostrando como incidían en la salud de los habitantes de nuestro suelo y también de otros lugares del planeta, la manera de vivir, la alimentación, la higiene y la actividad que desempeñaban.
El deterioro que se producía en el físico de los afectados daba lugar a la atención que se procuraba a través de otras personas que eran reconocidos como entendidos en paliar esos dolores o padecimientos, y a través del tiempo la categorización de esas personas fue evolucionando, pasando desde los brujos en las tolderías indias, a los hechiceros en otros círculos más evolucionados, de los expertos en hierbas o medicamentos provenientes de la propia naturaleza, a los curanderos que basaban su éxito en las tradiciones trasmitidas a través de varias generaciones de una misma familia, de los flebótomos o sangradores, a los herboristas y a los prácticos en atender ciertas dolencias y hasta los que comenzaron, luego, a ser considerados como médicos, teniendo ya el reconocimiento de las autoridades como tales.
Lo mismo sucedió con la evolución de quienes atendían los padecimientos originados en las dentaduras de los pobres vecinos de aquellas épocas, dolores que afectaban tanto a la mayoría de la población como a las figuras más prominentes de la época.
Ni siquiera los reyes o las reinas de los países que tuvieron el predominio de parte del mundo se salvaron de padecer tales dolorosos momentos y acudían a quienes se ufanaban de poder solucionar esos problemas.
Es conocido que muchos de esos personajes cuyas figuras se representaban a través de severos retratos que pintaban reconocidos artistas de la pintura, se nos mostraban con los labios apretados, sin exhibir sonrisas, por la conocida circunstancia de que carecían en muchos de los casos de numerosas piezas dentales, por lo que se disimulaban las mandíbulas desdentadas frunciendo la comisura de los labios.
En particular el rey Felipe II carecía de numerosas piezas dentales y así se menciona en revistas especializadas que relatan descarnadamente las dolencias, costumbres íntimas y maneras de superar inconvenientes físicos y mentales de aquellos personajes.
Se menciona así en esas publicaciones y en avisos de la época el ofrecimiento de dentistas que atienden la falta de dientes originales mediante prótesis basadas en caucho, en oro o en plata y otros metales, lo que serían muy problemáticas y molestas de utilizar.
El arte de extraer dientes y muelas se concedió luego o fue apropiado por los barberos quienes aparte de su propia actividad desempeñaban aquellas labores, como también aplicaban sanguijuelas para estimular el movimiento de la sangre combatiendo los aumentos de la presión de sus clientes y realizando también sangrías.
Siguiendo con los dolores de muelas, siempre se ha representado a través de “comics” o dibujos risueños, al dolorido paciente sentado frente a una puerta que se abriría hacia la vecina habitación, con un piolín o cuerda atada al diente causante del padecimiento, sujeto o esperando a que alguien en determinado momento abriera inopinadamente la puerta arrancando limpiamente de esa manera al diente o muela responsable del dolor.
Ubicándonos en nuestra ciudad, recordamos el caso de un dentista que ofrecía sus servicios indicando que atendería en la plaza principal a sus pacientes, a cielo abierto y suponemos que sin los mínimos instrumentos necesarios para aplacar los dolores propios de esos pacientes y rodeado de espectadores que, sádicamente, no querían perderse el sufrimiento o los gritos de dolor del sufrido vecino.
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En un detalle de bienes quedados en una sucesión anterior al 1800 en Villa Soriano, se mencionan estos instrumentos como propios de un “saca muelas”: - un gatillo de sacar muelas, un descarnador de lo mismo y una lanceta. Esto nos indica que la actividad del finado tenía que ver con solucionar esos dolores producidos por desperfectos en las dentaduras de sus vecinos
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Reproducimos aquí algunos avisos de los primeros dentistas ofreciendo atenciones y novedades que hoy consideramos obsoletas superadas por los instrumentos actualmente vigentes.
Algunos de los primeros dentistas que ofrecían sus servicios a través de la prensa fueron: Mariano HAEDO – quien tuvo larga actuación con consultorio siempre sobre calle San José de entonces (hoy F. Aldunate), quien debió enfrentar diferentes problemas de índole judicial, matrimonial y sentimental.
Pascual GRIECO – que figura como cirujano-dentista. Dice en sus avisos que hace todo trabajo concerniente a su profesión. Atendía en casa del fotógrafo Soumastre en calle Paysandú 231. Aparecen avisos en el año 1886.
Guillermo L. VARSI – quien aparece como cirujano-dentista- con consultorio en Paysandú 791- teléfono 103- Coloca dentaduras con paladar de oro- extracciones con anestésico moderno a base de Novocaína. (Con aviso en El Progreso año 1916).
Dr. Jorge A. FOWLER- Dentista – avisa que fue a la Capital en busca de varios materiales. Abrirá consultorio en Ituzaingó 255- casa de Luis Arellano. El mismo año, el 26 de setiembre figura con consultorio en Ituzaingó 238- (Casa de Pérez Roubín)- Se titula como Cirujano-Dentista Norteamericano- 40 años de práctica- ½ mes atiende en Mercedes y el resto en Dolores. (Publicado en diario El Progreso en 1916).
Volviendo a la actividad de los curanderos, mencionamos y mostramos aquí también algunas noticias o avisos de los mismos, en los que se destaca las peculiaridades de cada uno de ellos.
Con la designación de “flebótomo o sangrador” debemos mencionar a don Felipe Busca, también con descendencia en el medio, quien tuvo larga actuación y destaque en varios hechos policiales y judiciales. Aparte de su gran osadía, figura como “cirujano” en una cartelera de comerciantes y profesionales del medio: en el diario “El Oriental” del 9.V.1877 en la Sección Gratis para Suscritores.
Es descrito Busca como “un italiano rechoncho y robusto, de ánimo bonachón, ademán pretencioso y doctoral, ojos opalinos y vidriosos, ocultos por párpados casi inertes, cabello escaso y desgreñado que apenas cubría sus abultadas orejas, bigote rubio, hirsuto y caído en los extremos, labios gruesos, amigo del buen comer y del buen beber, etc.”.
Debemos también recordar a la famosa Felipa Gutiérrez, quien siendo niña vio reunirse a los gauchos en la estancia paterna, momentos previos al famoso “Grito de Asencio”.
Siempre atendió a cuantos la consultaban, evacuando incluso dudas que le planteaban los propios médicos ante casos complicados.
Doña Felipa es mencionada siempre por los más antiguos historiadores quienes destacan sus facultades, su sencilla manera de vivir y su simpatía.
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En cambio otros charlatanes se mencionaban como en el caso de: “EL DE LA CRUZ EN EL PALADAR”.
Allá por 1906 hizo su aparición en nuestra ciudad un reconocido charlatán que se nombraba como “Mariano el de la cruz en el paladar”, quien atendía los casos que le presentaban distintos tipos de enfermos.
“Su nombre verdadero era el de Mariano Galbrano, célebre curandero de la celebérrima cruz en el paladar- decía un diario de esa época- que como se sabe, estuvo preso en la cárcel por ejercicio ilegal de la medicina.
La recordación que hacemos del señor Galbrano no es del todo inútil, pues es público y notorio que estamos en víspera de verle la cruz, pues como es sabido es esta visible el viernes santo a las 10 de la mañana, según propia declaración de Galbrano, el que a estar a ciertas manifestaciones, ha permanecido hasta ahora en Mercedes, al sólo efecto de probar su extraordinario privilegio, a fin de que todos los que lleguen a tiempo, puedan convencerse de su divino don.
Sería bueno que la justicia que aprehendió y detuvo a Galbrano por dudar hasta de su santa palabra , fuera a convencerse de la verdad de la cruz tan decantada, el viernes a las 10 a.m. en la fonda de don Roque Vener, actual residencia del sagrado curandero”.
Termina esa nota con una recomendación al Obispo Stela que visitaría en esos días a este pueblo para que concurriera a presenciar ese acontecimiento.
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Entre otros vecinos considerados como curanderos recordamos a Carlos Sosa en la zona del Barrio Tunel, muy reconocido y con amplia clientela y no olvidamos que días pasados falleció doña Pascuala Elisa Mancebo “Lita” apreciada vecina a quien recurrían muchos enfermos para que les atendiera determinadas dolencias.
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El reconocido profesor e historiador Wáshington Lockhart en su libro sobre “Historia de la Medicina en Soriano” detalla con amplitud de datos los nombres y determinadas actuaciones de los primeros “doctores” mencionados y nombra allí algunos de los remedios que se utilizaban: “ungüento blanco simple, discordeo, triaca, espíritu de nitro, espíritu de azufre, emplastos diversos, rasuras de cuerno de ciervo, sal catártica, polvos de ruibarbo y bejuquillo, toronjil, alcanfor, espíritu de cuerno de ciervo y semillas de sandía”.
Se reconoce como uno de los primeros médicos de este pueblo a don Gaspar González, que tuvo larga actuación en el medio donde también dejara numerosa descendencia hasta nuestros días, mencionado también entre quienes acompañaron las tropas de Venancio Benavides hasta Colonia en 1811, figurando allí como “Cirujano” mientras que en otra documentación se nombra a González como “Cirujano de 2ª o 3ª categoría”.
Acotamos aquí que su figura y su nombre fue reconocido al actualizarse el “Nomenclator de nuestra ciudad” en 2009, designándose así a una calle paralela hacia el sur a la pared del cementerio ubicada en ese viento.
Fueron también numerosos los primeros médicos que ocasionalmente atendían en la ciudad, generalmente en habitaciones de los hoteles de la época, practicando incluso en esos lugares intervenciones quirúrgicas, desprovistas de las mínimas condiciones de higiene y de la mínima asepsia.
En esa época se realizaba esta recomendación titulando en la prensa así: “El agua enemiga del hombre” .
Un higienista inglés dice en una Revista médica que debe desconfiarse de la bondad del agua, como aseguran los hidrópatas que es el medicamento por excelencia, cuando en realidad es la causa de todos nuestros males físicos. Veamos porqué: “La vejez dice- es producida por la osificación prematura; esto es, por que los huesos pierden toda su flexibilidad, haciéndose duros y frágiles.
De esa osificación tiene la culpa el agua, debido a las substancias minerales en ellas disueltas y que van a incorporarse al sistema huesoso, acabando por transformarlo completamente.
El medio pues para retardar todo lo posible la triste vejez, sería no beber sino agua filtrada. Pero como esta no es digestiva y constituye un serio peligro para aquellas personas que padecen ciertas enfermedades (los cardíacos por ejemplo), lo mejor es abstenerse del agua, sustituyéndola por el vino puro”.
Era común que en propaganda de remedios, jarabes, etc. se incluyera generalmente alusiones a bebidas como licores, vino, jugo de uva, etc. basando las mejorías en las propiedades de estas mixturas.